Las camisas aprietan si no estás a mi lado,
los días engruesan sus horas porque ya no eres mi sombra
de colores perfectos como una música sin miedo,
como aquellos días perdido en el blanco, estupido olvido.
Caídos en un manantial de flechas vemos caer el suelo
que se perdió en las yagas más profundas
donde no existe el hielo,
un mar acalorado sosteniendo el vuelo de bufandas.
Eterno sentí mi figura caer,
una caída muerta por fallecer después,
como aquel aire que se despide con la llegada de tu fuego burlado
para cerrar tus ojos con mis dedos y asegurar tu vuelo con monedas.
Una ida y vuelta, esa vuelta luego mi ida,
tú has desaparecido y de vuelta mi ira
como esas olas que golpean el rostro adolorido de las rocas
y yo callo mi boca.
El sentido se preocupa de esas horas gruesas,
las luciernagas juegan a su alrededor
para caer en un profundo éxtasis de dolor
mientras usted...
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